martes, 11 de junio de 2013

En el país de Si me acuerdo…

Por   Gustavo Zurbano    Miembro de la Unión de Músicos en CTA
 
 
Cuánto disfruté de pibe aquello que de grande aprendí que era el mundo del “como si”.
La escoba como caballo, las ramas recién podadas como cabaña, el delantal de la vieja atado al cogote como Súperman.
Hermoso mundo de fantasía que si uno se descuida los años desvanecen.
Claro que para justipreciarlos, alguna vez uno debe reconocerlos y disfrutarlos como eso, como fantasía.
Para ello es requisito aprender a ver  la escoba como escoba,  las ramas como ramas y el delantal como una sufrida prenda.
Así evocamos nuestra infancia con los hijos. Así nutrimos la imaginación de nuestros nietos.
Pero cuando algo de esto falla estamos en problemas. Porque un veterano en pelotas corriendo por la avenida 7 y gritando que es Adán seguramente será mal visto, y probablemente terminará manicomializado.
Hoy ví Periodismo Para Todos.
No lo había visto nunca pero de verdad, no como dice el conductor del ciclo acerca de él y 6,7,8.
Tengo TDA y no tengo cable, y como Magnetto se resiste a entender que la señal televisiva que se terminará imponiendo por diversa, con calidad de imagen pero además gratuita, será la digital de aire, mi receptor no sintoniza ni el 13 ni ninguno de sus infinitos sucedáneos.
Entonces para vivir la experiencia, que a juzgar por la repercusión que suelo encontrar en el rebote mediático pareciera socialmente indispensable, hube de recurrir a una triquiñuela cibernética que sintonizó el programa en mi PC.
Alguna vez será tema serio de discusión cómo compatibilizar el derecho sobre la propiedad intelectual con la libertad de consumir lo que la oferta de medios propone. Pero mientras cualquier hijo de vecino pueda ver y oír lo que le antoja a la vez que el que nos habla dice lo que se le ocurre, se me va a hacer difícil comprender dónde, cómo y cuándo se cercena hoy la libertad de expresión.
El caso es que me encontré con un programa en cuya apertura ofreció un tema musical recientemente compuesto por un legislador cordobés, adornado por bellas bailarinas y que en ritmo de cuarteto repetía algo así como que el dinero no pesa, no vale.
Tengo 34 años de oficio como músico del montón, pero de oficio al fin. Suficiente como para saber que cualquiera que componga una canción la semana pasada no consigue repercusión mediática sin decisión y conveniencia de las massmedia. Salvo que por prepotencia o calidad pueda fisurar el cerco de los que deciden por nosotros qué debemos ver y escuchar.
Acto seguido vi cómo el conductor repetía prolija e histriónicamente lo que leía en el telepronter, ese aparatito que televisa en privado lo que hay que decir como si fuera espontáneo, con el que los yanquis suplantaron al viejo apuntador de teatro.
Leía un guión del cual recuerdo que Sioli provoca frases escatológicas porque, tal como dijo De Vido (antes la frase bíblica la hubo de usar Menem) “a los tibios los vomita dios”, y que se completó con que además Cristina lo escupe y Mariotto lo quiere cagar.
Ocurrente propuesta que no alcancé a entender si me quería informar, si quería hacerme reír o ambas cosas.
Sobre el pucho un informe documentado en fotos de autos en los que alguien- no me quedó en claro quién- habría transportado cosas ilícitas.
Acto seguido un actor sentado frente a un televisor con la imagen oculta al público, al cual el conductor se dirigía nombrándolo  Máximo y preguntándole cómo iba el partido de Rácing, pero que era respondido por una voz en off que simulaba ser del presidente argentino fallecido hace un año y medio. No me provocó gracia, pero supongo que habrá sido un intento de humor negro.
Posiblemente, de acuerdo a lo que escuché, haya sido el recurso encontrado para explicar la competencia que en un sistema poco confiable como el de Ibope, que recurre a 2.000 teléfonos de la Capital para decidir qué está viendo el televidente de todo el país, quedara claro que no es lícito ( y menos que sea la TV pública) que a alguien que no pertenezca a una corporación se le ocurra buscar modos de competir por la audiencia del prime time dominical.
Ahí nomás un paso de comedia con dos actores que imitaban a Macri y a Larreta encadenados al obelisco para protegerlo de pretensiones mudatorias del gobierno nacional.
Y sobre el pucho otro momento con monigotes del senador Fernández de croupier de una mesa de ruleta, con una serie de imitaciones en las que era reconocible la presidenta y un De la Sota que debió anunciar quién era para que un espectador desavisado como quien escribe no quedara en ascuas.
Por allí, entre medio, la caricatura de un actor de larga peluca y bigotes que con carpeta bajo el brazo agredía al conductor aludiendo pertenecer al espacio Carta Abierta.
A esa altura ya llevaba 50 minutos de programa, pero el periodista con el cuál aprendí en los 80 algo del “nuevo periodismo” que inauguraba Página 12, y que en los 90 corroboraba mis presunciones por la tele, no había brindado ni una sola noticia. Qué decir primicia!!
Hasta allí todo lo ofrecido me indicaba que la política, esgrimida por quien fuera, no es más que un artilugio que quien lo detente usará sólo y exclusivamente en beneficio propio.
A cambio, como espectador recibí la oferta de que aunque sepa que me cagan, igual no me importa porque yo debo comportarme siempre como un canchero que no sólo sé todo, sino que estoy más allá del bien o el mal que encarnan la totalidad de los políticos.
En la síntesis del mensaje, uno debe tirar el agua sucia de la palangana con el bebé adentro, a la espera que algún iluminado, preferentemente desde laTV, desasne a la sociedad acerca de cómo gobernarse.
No puedo decir que sus anteriores emisiones hayan sido así, pero en tal caso, para lo que vi, al título de su programa le sobra lo de “Periodismo”
Posiblemente le calce mejor “Humor para Todos”, pero aún así le sobraría lo de “Todos”.
Porque sin ser “Todos”, al menos, y según fuentes comprobadas, es probable que al 54% le disguste mofarse de una presidente (sic) a la que, en el segmento que vi, se la muestra timbera y ladrona. Y muchos otros bien nacidos reprueben recrear a gusto y piacere la voz de quien ya no puede objetar nada,  porque está muerto.
Teté Coustarot, Victoria Vanucci, Alejandra Quevedo y algunas otras bellas mujeres que recuerdo transitaron del jet-set al periodismo, e independientemente del juicio que su labor provoque hacen eso. Preguntan, indagan, informan.
Tato Bores, Enrique Pinti, Miguel Ángel Rodríguez, Capussotto hacen humor político, y les cabe lo mismo, pero sin duda son humoristas.
Inaugurar la saga de los que cambian la pluma por las plumas, para repetir disciplinadamente lo que escriben otros, es un rubro novedoso.
Sobre todo si pretende informar con tan poco periodismo, o hacer reír con tan poco ingenio humorístico.
Salvo que uno quiera prestarse al “como si”
Vos hacés como si informaras y yo te creo. Vos hacés como si dijeras un chiste y yo me río.
Pero para ello sería necesario que buena parte de este país siguiera viviendo en el jardín de infantes que describía María Elena Walsh para denunciar a la dictadura.
Capaz que son varios los que aún juegan al caballo con la escoba. Porque él dice que Ibope dice que “hay cinco millones tras la pantalla”
Será entonces cuestión de esperar.
Este Pueblo se sobrepuso a un genocidio y hoy juzga a sus ejecutores.
Y ya hace tiempo que aprendió a discernir entre lo que es un periodista y qué un showman.
Puede que los domingos se divierta un poco con lo novedosamente divertido de esa dualidad.
Pero el domingo que le toca ir a votar, este Pueblo sabe de sobra que el tipo que se tira del techo con un delantal en el cogote  gritando que es Súperman está loco, dice mentiritas o alguien le paga muy bien para que se inmole.
Porque la inmensa mayoría de la gente de bien que cada día construye, y en algunos casos re-construye lo que otros han dañado de este país, sabe que el “como si” es solo un hermoso recurso de fantasía para jugar con sus hijos o nutrir la imaginación de sus nietos.

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